viernes, 21 de mayo de 2010

No a la conservación del Pino Albar

Ante la insistencia de mi novio (ejem, ejem), hoy os voy a contar por qué el Pino Albar NO debe ser salvado.

Escrito por Alvaro Vallvé


Que se extinga el Pino Albar nevadense



Hoy, en la clase de ecología mientras leía por encima las preguntas sobre la conservación del Pino Albar en Sierra Nevada me cruzo una idea hasta cierto punto relevante: Antes de preguntarnos como salvar al Pino Albar, primero deberíamos saber por qué deberíamos salvarlo no?

La pregunta es aparentemente simple pero al planteársela a mi equipo, rápidamente se entabló un debate que duró casi toda la hora y en la que mis compañeros insistían en la importancia trascendental, casi mística, de salvar y conservar la biodiversidad. Sin embargo, no supieron contestar (ni entender) el verdadero planteamiento de mi pregunta y por el cual quiero ponerlo por escrito para ordenar mis pensamientos y plantear mejor esta pregunta.


Por qué salvar el Pino Albar:

La pregunta estalló en mi cabeza al leer la frase “No parece muy sensato fumigar en un Parque Natural, o si?”. En ese momento me di cuenta de que en realidad (y siempre según el artículo de la revista Quercus), nosotros, los seres humanos, no teníamos nada que ver con los problemas del Pino Albar. Y si nosotros no tenemos nada que ver con ello, no veo razón para intervenir en el curso normal de la lucha por la supervivencia en la naturaleza.

En nuestro caso de estudio, se plantea la épica batalla entre el Pino Albar y la malvada oruga procesionaria. Como la oruga es mala malísima, lógicamente debemos ir a socorrer al pobre e indefenso Pino Albar y tomar cartas en el asunto, pues en nuestra ignorancia pensamos que nosotros sabemos solucionar mejor las cosas que la naturaleza misma.

Este planteamiento es único y no aplicable a casi ningún otro caso de gestión del ecosistema. Es uno de los pocos casos que conozco donde efectivamente los seres humanos no tienen una responsabilidad directa en los problemas relacionados con la conservación de los ecosistemas. Si la situación fuera cualquier otra en la que un uso indebido/inconsciente del territorio estuviese acarreando la debacle del Pino Albar, apoyaría sin duda una intervención. Pero mientras ese no sea el caso, ¿qué sentido tiene fumigar el campo? Indudablemente solo podemos hacer más mal que bien.

En defensa del Pino Albar se alzaron todas las voces de mi equipo (menos la mía). Pero solo supieron dar dos razones para su conservación: Cambio climático y la importancia mística de la biodiversidad:

-Cambio climático: Como los seres humanos somos los culpables del calentamiento global, tenemos que repararlo. Y como estamos en España y no en el Amazonas, lo único que podemos hacer es lo mínimo que debemos hacer: salvar el Pino Albar. O como diría yo: andar remendado y poniendo parches a la naturaleza en vez de atajar el problema de raíz. Y eso ya sin entrar a debatir (aun) la responsabilidad real o no del ser humano en el calentamiento global.



-La importancia de preservar la biodiversidad: Preservar la biodiversidad se ha convertido en un dogma de Fé. No es aceptable discutirlo. Hay que preservarlo todo, hasta las subvariantes de las subespecies. ¿Por qué? No supieron contestarme. Quizá porque en España tenemos mucha biodiversidad y queremos seguir siendo punteros. Y sobre todo porque de lo que hablamos sobre todo es de preservar especies endémicas.
Yo no dudo de la importancia de preservar la biodiversidad. Pero creo entender el razonamiento que hay detrás: La diversidad, fruto de la evolución, permite en primera instancia evitar una extinción total de la vida. Cuanto más variada sea la vida en la tierra, mas difícil es que un único factor pueda alterar las condiciones existentes hasta el punto de que ninguna especie pueda sobrevivir!
En segundo lugar, es razonable asumir que las distintas especies se distingan entre sí funcionalmente. Cada especie se comportará de una manera diferente en un ecosistema y será difícilmente reemplazable, perdiéndose su función en el ecosistema si se pierde esa especie.
La primera explicación me parece difícilmente defendible como argumento en pro de preservar la biodiversidad hasta las últimas consecuencias. Simplemente la escala temporal de la evolución nada tiene que ver con los míseros 200’000 años que tiene nuestra especie, y menos con los planes de conservación cuatrienales (¿?) que podamos montar.


Mis propios argumentos, de lo particular a lo global:

Empezando con la importancia de la biodiversidad, considero que la biodiversidad no es el propio fin, si no el medio para un fin ulterior (¿la supervivencia de la vida en la tierra?). Teniendo en cuenta pues lo expuesto anteriormente, me parece perfectamente legitimo preguntarse qué parte de la biodiversidad existente es más importante conservar, cual menos y cual no lo es en absoluto.
El término de Subespecie en este caso me parece trascendental. El Pino Albar nevadense ni siquiera es una especie. Esto tiene dos consecuencias importantes:

1. Ha divergido hace relativamente poco tiempo (en escala geológica cuanto menos). Esto por si ya nos permite decir que su pérdida es menos grave que la de una especie mucho más antigua. La tierra aun no “ha invertido” mucho en “sacar adelante” esta nueva proto-especie. Mas se perdería si se extinguiese una especie propiamente dicho, y mucho mas se perdería si se extinguiese una especie que es la ultima de su linaje, ya sea genero, familia, orden, etc.
Mi planteamiento es: ¿Que es más grave, una subespecie genéticamente sumamente emparentada con el Pinus sylvestris de inmensa distribución en toda Europa; o por el contrario la perdida de Ginko biloba, que si no me equivoco es el último de su Phyllum!? Donde se pierde mayor diversidad genética, que es lo que realmente importa en la conservación de la biodiversidad?

2. La segunda consecuencia es derivada de la primera. Si la divergencia genética entre el Pino Albar nevadense y Pinus sylvestris es escasa, entonces podemos asumir que su función en el ecosistema, su nicho ecológico, será prácticamente el mismo y por tanto fácilmente reemplazable.
Comentaba anteriormente que el peligro de la pérdida de biodiversidad se asocia también con la perdida de complejidad estructural de un ecosistema. Un ecosistema más rico en especies probablemente será más complejo, podrá acomodar comparativamente más especies e incluso lo hará más resistente a las perturbaciones.
Pero si la subespecie P. sylvestris nevadensis está tan emparentada filogenéticamente con P. sylvestris, es muy probable que funcionalmente, en el ecosistema, desempeñen el mismo papel y de manera muy similar. Tanto que podría ser reemplazado sin por ello cambiar en nada el ecosistema existente. ¿Es más importante salvar una subespecie o conservar un ecosistema? ¿Si el ecosistema seguirá floreciente sin P. sylvestris nevadensis, invertir en salvarlo es simplemente un capricho humano?


Este es seguramente mi argumento clave en la discusión acerca de la conservación del Pino Albar de Sierra Nevada. Atendiendo estrictamente al artículo de la revista Quercus, pagina 28, último párrafo de la primera columna y primer párrafo de la segunda columna, se nos informa que la práctica totalidad de los problemas de esta subespecie son completamente ajenos al ser humano y al cambio climático. Es más, la oruga procesionaria parece que solamente es la gota que colmará el vaso de la resistencia de esta subespecie, pero que incluso sin ella la supervivencia del Pino Albar nevadense está en entredicho.
A mi modo de ver, no es nuestro problema que esta subespecie este mal adaptada al ambiente en el que se ve recluida (sequía en verano y heladas en invierno). Tampoco tenemos nada que ver con todos los depredadores naturales que tiene esta planta (Loxia curvirostra, Apodemus sylvaticus, Capra pyrenaica y ahora también Thaumetopoea pityocampa, la procesionaria del pino) a los que no consigue sobreponerse y que la están abocando a la extinción. De hecho, son tantos los problemas que tiene esta planta, que incluso podemos preguntarnos si acaso hay algo que podamos hacer para remediarlo. ¿Nos cargamos las cabras? ¿Abatimos los pájaros? ¿Ponemos raticida? ¿Fumigamos el campo? ¿Regamos el monte en verano aprovechando la ilimitada disponibilidad de agua que caracteriza las tierras de Andalucía y España en general (es irónico)?
Lo peor de todo es que ninguna de estas actuaciones, ni aunque pudiesen realizarse conjuntamente, nos asegurarían la supervivencia de esta subespecie. Aun así, hay quien en mi equipo opina que es mejor alargar la vida de esta subespecie de manera artificial con tal de que se extinga en 150 años en vez de en 30. Yo creo que ese no es el sentido de la preservación de la biodiversidad.

Y lógicamente, de todas estas reflexiones y debates nace la pregunta de este ensayo: ¿Por qué debemos oponernos al curso natural de las cosas? (Insisto en que esta pregunta se basa obligatoriamente en la premisa de que el ser humano no tiene ningún impacto negativo directo en el declive de esta subespecie, tal y como he expuesto.)


Me gustaría enlazar en este punto con el tema del calentamiento global y la dinámica de especiación y extinción, que como Darwin bien dijo, son procesos naturales. Ignoro hasta qué punto el ser humano es realmente el causante del calentamiento global. Soy de los que ponen en duda que con nuestras actividades podamos trastocar la biosfera tan drásticamente como se está pretendiendo en estos momentos. Especialmente me opongo a la dogmatización de esta idea, pues hacemos ciencia, no religión. Aun hay mucho que investigar al respecto y los modelos son tan dispares como que unos pronostican épocas glaciares y otros auguran épocas de calor tropical.

Al margen de la infructuosa y amarga discusión acerca de nuestra supuesta responsabilidad en el calentamiento global, a lo que si me opongo firmemente es a la concepción de “cambio global” como algo negativo. La vida es cambio, como suele decirse, y la extinción no es algo que inventasen los humanos, ya existía de antes. Así, me parece importante saber distinguir entre aquellas extinciones provocadas directamente por el hombre y fácilmente solucionables mediante la acción directa, y los procesos naturales de extinción en los que no intervenimos directamente y en los que creo que tampoco debemos intervenir, pues desde luego que fumigando el campo haremos mucho más mal que bien.

Lamentablemente para demostrar nuestras habilidades adquiridas durante el presente curso de ecología nos han dado el del problema del Pino Albar. Y se ha dado la casualidad de que de entre todos los problemas de conservación del medio ambiente y la biodiversidad que hay en España, hemos ido a dar con el único (¿?) que no tiene nada que ver con los seres humanos y que dificilísimamente podríamos solucionar. Así pues, aunque contestemos a las preguntas del caso de estudio y actuemos como si pudiésemos salvar la situación del Pino Albar nevadense, creo que deberíamos partir de la base de que seguramente no tenga sentido hacerlo y que hay problemas más acuciantes y trascendentales que atender.

Y para finalizar creando un poco de polémica, mi aportación personal a la solución del problema del Pino Albar nevadense es la siguiente: Si no hay pino, no hay problema. Al igual que con el lince ibérico de Doñana lo mejor que podemos hacer es Jamón Ibérico; con Pinus sylvestris nevadensis hacemos buena leña (y repoblamos con P. nigra y P. pinaster, claro) y podremos dedicamos a problemas de conservación “más serios” como las Tablas de Daimiel, el desierto de Almería y sus invernaderos, o los problemas que tendremos si se sigue cultivando con regadío en tierras de secano.

No hay comentarios: