sábado, 3 de julio de 2010

Relato by Álvaro

Os dejo con un nuevo relato escrito por Álvaro:

Fui conducido por un blanco pasillo, igual que tantos otros como existen en todos los hospitales modernos. Puertas, letreros, alguna ventana al fondo del pasillo, e incluso alguna planta en alguna esquina, ya no lo recuerdo bien.
Me hicieron pasar a una sala vacía, antesala de otra habitación aun más grande, blanca y rellena solamente por la cosa.
Una tabla grande con una vieja almohada hacían las veces de cama para el sacrificio. La cosa, anclada en el techo, se extendía y prolongaba hacia todas partes de la habitación. Se movía agarrada de una superestructura colgante del techo y se ajustaba alargando y encogiendo su largo cuello.
Me sentaron en un taburete delante de la cosa. De cara a la pared. Con la cosa siendo colocada a mis espaldas, muy cerca de mi cabeza. Si aquella cosa hubiese tenido aliento, seguramente lo hubiese sentido en los pelos de la nuca.
A continuación me hicieron apoyar la cabeza contra una tabla de madera que había delante de la pared, abriendo la boca y pegando la mandíbula y la nariz contra la misma. De la tabla sacaron un resorte metálico, que se movía silencioso, e introdujeron una negra placa. Al devolver el mecanismo a su sitio, la placa oscura quedó oculta tras el tablado.
En aquella denigrante postura me dejaron, abandonando la sala por una discreta puerta metálica. Solo, indefenso, desprotegido, sin poder ver a aquella monstruosa cosa que acechaba a mis espaldas, a pocos centímetros de mi cabeza.
Y entonces empezó. Tan rápido comenzó a oírse el mecanismo, todo pasó. Con un extraño zumbido y un siniestro retumbar in crescendo, aquella máquina infernal me quitó la vida. Lentamente.
Tan lentamente que aun podrán pasar años antes de que finalmente sucumba al maleficio que aquel ente mecánico proyectó dentro de mí, emplazándolo dentro de mi cerebro.
Y por si fuera poco, me hicieron llevar la negra placa conmigo, como recuerdo perenne de que estaba marcado por la muerte.
Aun ahora, al colocar a contraluz esa placa, puede verse tenuemente la silueta de una calavera. Mi calavera, cual visión de futuro recordándome una y otra vez que tarde o temprano moriría a consecuencia de aquel encuentro con la maquina.
Aquel día me hicieron una radiografía de los senos paranasales superiores. Soy consciente de que tarde o temprano moriré a consecuencia de un tumor provocado por la exposición a aquella malévola radiación carcinógena. Y no puedo olvidar que fue mi medico quien me mandó a aquella muerte lenta pero segura.

1 comentario:

Gabriel Cruz dijo...

Qué fuerte, habrá que apoyarse en la idea de que la radiación quizá no era la suficiente para provocar tal mal, pero claro, cuando la verdad apareciera sería peor, qué fuerte, ya no se puede confiar en los médicos :(