jueves, 1 de julio de 2010

Rebajas

La mayoría de los comercios españoles se encuentran en rebajas. Otra cosa que antes me gustaba y que ahora he descubierto que odio con toda mi alma. He decidido, por tanto, analizarla desde los dos puntos de vista a los que tengo acceso: como compradora y como vendedora.
Hoy sin embargo voy a hacerlo solo como compradora:

Heme en el centro comercial. Como voy con mi novio y el gilipollas se agobia cuando vamos de compras hay que elegir muy bien las tiendas en las que entro, ya que no podré entrar a más de tres.

He ahí el primer reto. Tres tiendas. Tres. Ni una más. Me ves con el mapa del centro comercial decidiendo a cuales entrar y a cuales no, de forma que tampoco haya que andar mas de la cuenta. Y entonces oigo la voz de mi novio:

-Tania, te recuerdo que hemos venido aquí para comprar una lavadora.

¡Mierda! Ya se ha gastado una tienda. Vamos a comprar la lavadora porque la que tenemos pierde agua y ha calado dos pisos más abajo (una historia un poco larga). No requiere mucho esfuerzo por nuestra parte ya que Álvaro ya tenía apuntado la referencia del modelo que quería.

Bien, me quedan dos tiendas, dos tiendas…

A ver, una cosa esta clara y es que tengo que pasar por el Stradivarius porque aun tengo la tarjeta regalo que me regaló mi primo por navidades. Así que para allá vamos.

-Mierda, Tania, ¿tú has visto la cola que hay? Yo te espero fuera.

¡Joder! Me he quedado sin segunda opinión que es hipernecesaria para cualquier mujer. Me adentro en la aventura. Ropa tirada por todos lados, el aire acondicionado que parece que estamos en el polo, música tan alta que no oyes tus pensamientos, y ese olor tan fuerte y desagradable a colonia de tío (¿Por qué? No lo sé…)

Y me pongo a la búsqueda de algo bueno, bonito y barato. Parece que veo algo. Me acerco lentamente a la prenda, y entonces se me adelanta una choni hortera como ella sola y coge la prenda que iba a coger. Es cuando empiezas a pensar “¡Oh, Dios mío!, ¿es ropa de choni?” “Pero, ¿dónde me he metido?” “¿Qué estoy haciendo con mi vida?”. Y miras a tu alrededor. Y lo ves. Chonis, chonis por todas partes. Y te empieza a entrar el pánico. Pánico que se acentúa con el desorden a tú alrededor, el aire acondicionado en la nuca, la música que invade todo tu ser y el olor que te marea. Y te acuerdas de tu novio: “¿Por qué no está aquí… el muy cabrón?”

Cuando te consigues tranquilizar empiezas a pasear por la tienda… y encuentras algo que te gusta y no hay chonis alrededor. Te acercas esperanzada… ¡Mierda! Nueva temporada. Que la den.

Sigues paseando. Y vuelves a ver otra prenda que crees será la definitiva. Las chonis no lo miran, está a mitad de precio y… ¡tienen tu talla! La coges rápidamente, like no tomorrow, y te acercas al probador. Cola. En 15 minutos consigues entrar en el probador. Justo el que está delante de la puerta, y es de cortina que, para variar, no cierra del todo. Nunca cierran del todo. Así que toda la tienda te va a ver el culo. Bueno, empiezas a colgar perchas de los ganchos, si es que queda alguno, apoyas el bolso en el suelo, teniendo cuidado de que este lo suficiente lejos de los dos probadores adyacentes para que no te peguen un tirón. Compruebas de nuevo que la cortina esta todo lo cerrada que puede estar. Y empiezas a despelotarte. ¿Dónde dejo mi ropa? Ale, tirá en el suelo, encimita del bolso para que no se manche mucho.

Y llega la hora de probarte la prenda en cuestión. En este caso era una falda, pero tengo ya mala experiencia con los pantalones. Nunca entran a la primera. A la primera, ni a la segunda, ni a la tercera. Que no entra, vaya. Lo empiezas a intuir cuando no te entra ni la pantorrilla en el pantalón, pero siempre te queda algo de esperanza de que entre, aunque parezcas una morcilla de Burgos.

Cuando consigues cambiarte de nuevo y sales toda feliz con la que sabes que va a ser tu prenda nueva, y ya empiezas a pensar donde lo vas a poner, y cuando, y con qué, te acercas a la caja para pagar. Cola. Hay mas cola aun que la que había cuando entraste, mas cola que la que hizo huir a tu novio. Y te pones a la cola. ¿Por una prenda? Si, por una prenda. Y esperas, y esperas, y esperas… y te mueves un poquito, y sigues esperando. Las cajeras se lo toman con toda la calma del mundo. Y llega tu turno, y llegas a la caja. Cuando te lo va a cobrar le das la tarjeta regalo que te regaló tu primo por navidades…:

-No tengo el lector de tarjetas regalo, tendrás que pasar por otra caja.

¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬

Y pasas a la otra caja. Consigues pagar y sales de la tienda victoriosa.
Y ves a tu novio. Sabes que te queda otra tienda más y pese a eso:

-¡Vámonos pa’ casa!

4 comentarios:

Gabriel Cruz dijo...

jejejeje no había pensado en que había todo un protocolo de compras, del mínimo de tiendas que requiere visitar una mujer y de lo que pueden llegar a vivir cuando se enfrentan ante las multitudes, seré un hombre menos impertinente a partir de ahora :)

Teté dijo...

Jajaja, no es que haya un numero de tiendas determinadas, es que a mi novio le pone muy nervioso ir de compras, y como en seguida se cansa, no tengo mucho tiempo y eso se traduce a que no puedo visitar muchas tiendas. Pero bueno, lo voy dosificando XD

URL dijo...

Pene!

ah no, que era Teta!

o tampoco? ah si, Teté!

que publiques ya mi obra... eres peor que una editorial!

Teté dijo...

Alvaro! Pues se publicara cuando se publique, hay cola ¿sabes?