viernes, 14 de mayo de 2010

Las aventuras de Antonio (I)

Lo prometido es deuda. Ya llegaron "Las aventuras de Antonio". La primera que os expongo hoy aquí es de terror... de puro terror, sin embargo muchos de vosotros os sentireis identificados.
Pues allá va, espero que os guste:

Ya estan aquí

Él se dió la vuelta, aunque tuvo que hacer acopio de mucha fuerza de voluntad para lograrlo, el pasillo estaba desierto. Respirando un poco más tranquilo, aún sabedor de que el peligro no había pasado aún, él se dirigió hacia la salida del edificio lentamente, si lograba llegar hasta la estación no podria alcanzarle, ya habían muerto demasiados. Lágrimas afloraron de los ojos de él al pensar en todos aquellos a los que no había podido proteger, todos aquellos que habían muerto, nunca pensó que se vería en una situación como esa. A pesar de sus esfuerzos, sus amigos habían muerto ante sus ojos uno a uno, parecía que esa cosa le estaba haciendo sufrir a propósito, ya que hasta ahora nunca le había atacado a él directamente, sin embargo, ahora solo quedaba él, y todas las fibras de su ser le indicaban que iba a ser el siguiente. Se dirigió rápidamente hacia la salida, un paso, dos pasos, parecían resonar en el edificio hueco y vacío como una apisionadora sobre el asfalto, cada paso duraba una eternidad, y eso podía aparecer en cualquier momento, sin embargo, se dirigió a toda prisa y con paso decidido a la puerta de salida, notó como una mirada clavada en la espalda, pero no se dió al vuelta, no se atrevía. Corriendo hacia la puerta mientras oía un ruido creciente detrás de él, sudando como nunca habría creido capaz, con escalofríos recorriéndole la médula, estaba tan cerca de la salida, sólo tenia que abrir la puerta y cerrarla para ganar ventaja suficiente como para escapar. Y haciendo un esfuerzo demencial, sobreponiéndose al miedo que le atenazaba y a las ganas de vomitar y desmayarse, lo logró, cerró la puerta tras de sí y sonrió triunfante, lo había conseguido, ahora tendría un remanso de paz, se habia salvado. Pero de pronto se dió cuenta de que no estaba en la calle, sino en aquel aula, y de que aquella cosa no estaba detras de él como pensaba sino delante de él, y se dio cuenta de que no podía escapar a su destino, y se resignó, porque ya no le quedaba otra, lo había dado todo, pero no podía escapar, era momento de morir. El exámen de Física sonrió, había alcanzado a su presa y le daba muerte como a tantos aquel día.
Antonio Alarcón

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